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martes, abril 29, 2025
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En plena crisis política, Israel elige a sus diputados por quinta vez en tres años y medio

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Las elecciones anticipadas fueron provocadas por la caída del gobierno en junio pasado, mientras el Estado hebreo está sumido en una profunda crisis política. El bloque de derechas liderado por Benjamin Netanyahu podría salir victorioso, pero no podrá formar gobierno.

Con nuestros corresponsales Sami Boukhelifa y Daniel Blumenthal.

Son las quintas elecciones generales en Israel en menos de cuatro años, pero a juzgar por los censos de opinión publicados hasta el cansancio durante las últimas semanas, no serán las últimas. La sociedad israelí está dividida en un empate entre quiénes quieren el regreso de Benjamin Netanyahu, junto con la derecha radical y los partidos ultra religiosos, y quiénes quieren impedirlo.

A sus 73 años, Netanyahu, el primer ministro más longevo de Israel, intenta reunir una mayoría de 61 diputados sobre los 120 del Parlamento, con sus aliados de los partidos ultraortodoxos y de la extrema derecha, que está en alza.

Netanyahu permaneció 12 años ininterrumpidos a la cabeza del gobierno hasta que perdió las riendas del poder hace un año y medio. Paralelamente, la justicia presentó cargos en su contra por soborno, fraude y abuso de confianza. Su juicio, que comenzó ya hace meses, podría concluir enviándolo a prisión. Es por ese motivo que formó un bloque de ultra derecha que amenaza con modificar las leyes, debilitar a las cortes de justicia y eliminar los frenos formales que defienden la democracia.

Dificultades para obtener una mayoría

Frente a él está Yair Lapid, de 58 años, primer ministro desde julio, líder del partido Yesh Atid. Fue el líder de una coalición única en la historia de Israel, ya que reunió a la izquierda, el centro, la derecha y un partido árabe. La coalición de Yair Lapid perdió su mayoría en el Parlamento con la salida de los miembros de la derecha, lo que obligó al gobierno a convocar nuevas elecciones. El gobierno era demasiado heterogéneo para resistir mucho tiempo y sólo duró un año.

Estas elecciones anticipadas suponen un nuevo salto a lo desconocido para los israelíes, ya que no habrá un verdadero ganador. El Likud, el partido del ex primer ministro Benjamin Netanyahu, saldrá probablemente victorioso, pero sus posibilidades de obtener una mayoría son casi nulas, analiza nuestro corresponsal en Jerusalén, Sami Boukhelifa. Durante años, ningún partido político ha logrado obtener una mayoría. Es necesario entonces entrar en un juego de alianzas políticas con un mosaico de partidos de derecha, de izquierda, árabes, islamistas y ultraortodoxos.

Esta última campaña electoral ha estado marcada por un fuerte ascenso de la extrema derecha. Destacan dos partidos abiertamente racistas y homófobos: el de Bezalel Smotrich y el de Itamar Ben-Gvir. Una alianza de fanáticos, que podría ayudar al ex primer ministro Benjamin Netanyahu a volver al poder.

Elecciones tras elecciones

En términos más generales, Israel atraviesa una importante crisis política desde abril de 2019. En aquel momento, Netanyahu pensó sin duda que podría aguantar unos cuantos años más. Su partido había resultado vencedor en las elecciones legislativas y, con sus aliados tradicionales, tenía mayoría en el Parlamento. Pero se encontró con un obstáculo: las exigencias de Avigdor Liberman, líder de una formación ultranacionalista pero laica, que se había vuelto incompatible con las condiciones establecidas por las formaciones religiosas.

Tras varias semanas de negociaciones, Netanyahu tuvo que reconocer su fracaso y votó para disolver la recién elegida Knesset. Otras elecciones en septiembre de 2019 terminaron en el mismo punto muerto. El principal rival de Netanyahu, Benny Gantz, tampoco logró formar gobierno. A continuación, el Parlamento fue disuelto de nuevo, por segunda vez en seis meses. Pero las elecciones se sucedían y el equilibrio de poder seguía siendo más o menos el mismo. Y en las terceras elecciones en menos de un año, los dos rivales se resignaron a crear una improbable coalición.

Sin embargo, la coalición duró menos de un año y se derrumbó con la votación del presupuesto, lo que condujo a unas cuartas elecciones. La crisis política duraba ya dos años. Y todavía ninguna de las partes era capaz de formar un gobierno estable. El centrista Yair Lapid intentó y consiguió formar una alianza de casi todas las oposiciones: desde los partidos más izquierdistas hasta las formaciones pro colonos y los islamistas. Esta vez, Netanyahu fue destituido, pero el gobierno volvió a caer, lo que llevó a estas elecciones.

Votantes deprimidos

Ante esta situación, si algunos votantes se mantienen fieles a su familia política, otros sienten que lo han intentado todo y no saben qué hacer. En la calle, algunos israelíes ni siquiera quieren poner un pie en un colegio electoral. Están cansados de que se repitan las elecciones que cuestan millones a los contribuyentes.

«Estamos más divididos que nunca. Nos enfrentamos los unos a los otros. Nos odiamos y el odio es el combustible de la maquinaria de guerra israelí. Mientras árabes y judíos se matan entre sí, los funcionarios israelíes se aprovechan de ello para mantenerse en el poder. La división es su estrategia. Habrá una sexta, séptima y octava elección en los próximos meses», denuncia una mujer israelí.

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Con nuestros corresponsales Sami Boukhelifa y Daniel Blumenthal.

Son las quintas elecciones generales en Israel en menos de cuatro años, pero a juzgar por los censos de opinión publicados hasta el cansancio durante las últimas semanas, no serán las últimas. La sociedad israelí está dividida en un empate entre quiénes quieren el regreso de Benjamin Netanyahu, junto con la derecha radical y los partidos ultra religiosos, y quiénes quieren impedirlo.

A sus 73 años, Netanyahu, el primer ministro más longevo de Israel, intenta reunir una mayoría de 61 diputados sobre los 120 del Parlamento, con sus aliados de los partidos ultraortodoxos y de la extrema derecha, que está en alza.

Netanyahu permaneció 12 años ininterrumpidos a la cabeza del gobierno hasta que perdió las riendas del poder hace un año y medio. Paralelamente, la justicia presentó cargos en su contra por soborno, fraude y abuso de confianza. Su juicio, que comenzó ya hace meses, podría concluir enviándolo a prisión. Es por ese motivo que formó un bloque de ultra derecha que amenaza con modificar las leyes, debilitar a las cortes de justicia y eliminar los frenos formales que defienden la democracia.

Dificultades para obtener una mayoría

Frente a él está Yair Lapid, de 58 años, primer ministro desde julio, líder del partido Yesh Atid. Fue el líder de una coalición única en la historia de Israel, ya que reunió a la izquierda, el centro, la derecha y un partido árabe. La coalición de Yair Lapid perdió su mayoría en el Parlamento con la salida de los miembros de la derecha, lo que obligó al gobierno a convocar nuevas elecciones. El gobierno era demasiado heterogéneo para resistir mucho tiempo y sólo duró un año.

Estas elecciones anticipadas suponen un nuevo salto a lo desconocido para los israelíes, ya que no habrá un verdadero ganador. El Likud, el partido del ex primer ministro Benjamin Netanyahu, saldrá probablemente victorioso, pero sus posibilidades de obtener una mayoría son casi nulas, analiza nuestro corresponsal en Jerusalén, Sami Boukhelifa. Durante años, ningún partido político ha logrado obtener una mayoría. Es necesario entonces entrar en un juego de alianzas políticas con un mosaico de partidos de derecha, de izquierda, árabes, islamistas y ultraortodoxos.

Esta última campaña electoral ha estado marcada por un fuerte ascenso de la extrema derecha. Destacan dos partidos abiertamente racistas y homófobos: el de Bezalel Smotrich y el de Itamar Ben-Gvir. Una alianza de fanáticos, que podría ayudar al ex primer ministro Benjamin Netanyahu a volver al poder.

Elecciones tras elecciones

En términos más generales, Israel atraviesa una importante crisis política desde abril de 2019. En aquel momento, Netanyahu pensó sin duda que podría aguantar unos cuantos años más. Su partido había resultado vencedor en las elecciones legislativas y, con sus aliados tradicionales, tenía mayoría en el Parlamento. Pero se encontró con un obstáculo: las exigencias de Avigdor Liberman, líder de una formación ultranacionalista pero laica, que se había vuelto incompatible con las condiciones establecidas por las formaciones religiosas.

Tras varias semanas de negociaciones, Netanyahu tuvo que reconocer su fracaso y votó para disolver la recién elegida Knesset. Otras elecciones en septiembre de 2019 terminaron en el mismo punto muerto. El principal rival de Netanyahu, Benny Gantz, tampoco logró formar gobierno. A continuación, el Parlamento fue disuelto de nuevo, por segunda vez en seis meses. Pero las elecciones se sucedían y el equilibrio de poder seguía siendo más o menos el mismo. Y en las terceras elecciones en menos de un año, los dos rivales se resignaron a crear una improbable coalición.

Sin embargo, la coalición duró menos de un año y se derrumbó con la votación del presupuesto, lo que condujo a unas cuartas elecciones. La crisis política duraba ya dos años. Y todavía ninguna de las partes era capaz de formar un gobierno estable. El centrista Yair Lapid intentó y consiguió formar una alianza de casi todas las oposiciones: desde los partidos más izquierdistas hasta las formaciones pro colonos y los islamistas. Esta vez, Netanyahu fue destituido, pero el gobierno volvió a caer, lo que llevó a estas elecciones.

Votantes deprimidos

Ante esta situación, si algunos votantes se mantienen fieles a su familia política, otros sienten que lo han intentado todo y no saben qué hacer. En la calle, algunos israelíes ni siquiera quieren poner un pie en un colegio electoral. Están cansados de que se repitan las elecciones que cuestan millones a los contribuyentes.

«Estamos más divididos que nunca. Nos enfrentamos los unos a los otros. Nos odiamos y el odio es el combustible de la maquinaria de guerra israelí. Mientras árabes y judíos se matan entre sí, los funcionarios israelíes se aprovechan de ello para mantenerse en el poder. La división es su estrategia. Habrá una sexta, séptima y octava elección en los próximos meses», denuncia una mujer israelí.

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Son las quintas elecciones generales en Israel en menos de cuatro años, pero a juzgar por los censos de opinión publicados hasta el cansancio durante las últimas semanas, no serán las últimas. La sociedad israelí está dividida en un empate entre quiénes quieren el regreso de Benjamin Netanyahu, junto con la derecha radical y los partidos ultra religiosos, y quiénes quieren impedirlo.

A sus 73 años, Netanyahu, el primer ministro más longevo de Israel, intenta reunir una mayoría de 61 diputados sobre los 120 del Parlamento, con sus aliados de los partidos ultraortodoxos y de la extrema derecha, que está en alza.

Netanyahu permaneció 12 años ininterrumpidos a la cabeza del gobierno hasta que perdió las riendas del poder hace un año y medio. Paralelamente, la justicia presentó cargos en su contra por soborno, fraude y abuso de confianza. Su juicio, que comenzó ya hace meses, podría concluir enviándolo a prisión. Es por ese motivo que formó un bloque de ultra derecha que amenaza con modificar las leyes, debilitar a las cortes de justicia y eliminar los frenos formales que defienden la democracia.

Dificultades para obtener una mayoría

Frente a él está Yair Lapid, de 58 años, primer ministro desde julio, líder del partido Yesh Atid. Fue el líder de una coalición única en la historia de Israel, ya que reunió a la izquierda, el centro, la derecha y un partido árabe. La coalición de Yair Lapid perdió su mayoría en el Parlamento con la salida de los miembros de la derecha, lo que obligó al gobierno a convocar nuevas elecciones. El gobierno era demasiado heterogéneo para resistir mucho tiempo y sólo duró un año.

Estas elecciones anticipadas suponen un nuevo salto a lo desconocido para los israelíes, ya que no habrá un verdadero ganador. El Likud, el partido del ex primer ministro Benjamin Netanyahu, saldrá probablemente victorioso, pero sus posibilidades de obtener una mayoría son casi nulas, analiza nuestro corresponsal en Jerusalén, Sami Boukhelifa. Durante años, ningún partido político ha logrado obtener una mayoría. Es necesario entonces entrar en un juego de alianzas políticas con un mosaico de partidos de derecha, de izquierda, árabes, islamistas y ultraortodoxos.

Esta última campaña electoral ha estado marcada por un fuerte ascenso de la extrema derecha. Destacan dos partidos abiertamente racistas y homófobos: el de Bezalel Smotrich y el de Itamar Ben-Gvir. Una alianza de fanáticos, que podría ayudar al ex primer ministro Benjamin Netanyahu a volver al poder.

Elecciones tras elecciones

En términos más generales, Israel atraviesa una importante crisis política desde abril de 2019. En aquel momento, Netanyahu pensó sin duda que podría aguantar unos cuantos años más. Su partido había resultado vencedor en las elecciones legislativas y, con sus aliados tradicionales, tenía mayoría en el Parlamento. Pero se encontró con un obstáculo: las exigencias de Avigdor Liberman, líder de una formación ultranacionalista pero laica, que se había vuelto incompatible con las condiciones establecidas por las formaciones religiosas.

Tras varias semanas de negociaciones, Netanyahu tuvo que reconocer su fracaso y votó para disolver la recién elegida Knesset. Otras elecciones en septiembre de 2019 terminaron en el mismo punto muerto. El principal rival de Netanyahu, Benny Gantz, tampoco logró formar gobierno. A continuación, el Parlamento fue disuelto de nuevo, por segunda vez en seis meses. Pero las elecciones se sucedían y el equilibrio de poder seguía siendo más o menos el mismo. Y en las terceras elecciones en menos de un año, los dos rivales se resignaron a crear una improbable coalición.

Sin embargo, la coalición duró menos de un año y se derrumbó con la votación del presupuesto, lo que condujo a unas cuartas elecciones. La crisis política duraba ya dos años. Y todavía ninguna de las partes era capaz de formar un gobierno estable. El centrista Yair Lapid intentó y consiguió formar una alianza de casi todas las oposiciones: desde los partidos más izquierdistas hasta las formaciones pro colonos y los islamistas. Esta vez, Netanyahu fue destituido, pero el gobierno volvió a caer, lo que llevó a estas elecciones.

Votantes deprimidos

Ante esta situación, si algunos votantes se mantienen fieles a su familia política, otros sienten que lo han intentado todo y no saben qué hacer. En la calle, algunos israelíes ni siquiera quieren poner un pie en un colegio electoral. Están cansados de que se repitan las elecciones que cuestan millones a los contribuyentes.

«Estamos más divididos que nunca. Nos enfrentamos los unos a los otros. Nos odiamos y el odio es el combustible de la maquinaria de guerra israelí. Mientras árabes y judíos se matan entre sí, los funcionarios israelíes se aprovechan de ello para mantenerse en el poder. La división es su estrategia. Habrá una sexta, séptima y octava elección en los próximos meses», denuncia una mujer israelí.

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