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martes, abril 29, 2025
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Los casos de abusos que remecen al colegio jesuita donde trabajó el Papa Francisco

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Casi como una bola de nieve, los abusos de César Fretes, jesuita fallecido en 2015, fueron escalando en número cuando salieron a la opinión pública los casos ocurridos en el Colegio del Salvador, en Buenos Aires. Son 42 los exalumnos que denuncian al cura. Uno de ellos, incluso envió una carta al Papa Francisco en 2020, sin una respuesta hasta la fecha.

Lo que partió como la solitaria búsqueda de respuestas por parte de un exalumno del Colegio del Salvador, un tradicional establecimiento de Buenos Aires donde el Papa Francisco hizo clases, se transformó, poco a poco, en el destape de 42 casos de abuso sexual.

Gonzalo Elizondo (32) quería entender qué pasó con el cura César Fretes, miembro de los jesuitas que llegó al colegio en 1997 y falleció en 2015 sin ser juzgado penalmente, pues su castigo fue un traslado en 2003 -sin anunciar la razón a la comunidad- y su posterior desvinculación de la Compañía de Jesús en 2007.

Elizondo tuvo conciencia desde su adolescencia de que lo ocurrido cuando tenía 11 años no era normal. Cuando por primera vez le contó su historia a Pablo Vio (32), uno de sus mejores amigos, este le respondió que había pasado por una situación similar.

Así, ambos entendieron que no eran los únicos. Llegó un tercer caso, también cercano. Luego fueron 10. El diario Clarín cubrió el relato, de ahí en más el número solo creció. A la fecha, son 42 exalumnos los que han relatado su historia, y La Tercera habló con cuatro de ellos.

Un abusador sistemático

El Colegio del Salvador es un centro educacional tradicional. Forman exclusivamente a varones desde hace más de 150 años, y se ubican en el corazón de la capital. Con una manzana entera del centro de Buenos Aires, en Avenida Callao, este colegio se encuentra a cinco cuadras del Congreso y a ocho del Teatro Colón.

Actualmente, su mensualidad ronda los 65.000 pesos argentinos (US$ 470), posicionándose como uno de los más caros del sector privado.

“Nos conocimos en la primaria. Yo fui toda la vida a ese colegio, desde los cuatro años, y Gonzalo también”, dijo Pablo Vio en conversación con La Tercera. Ambos fueron abusados por Fretes el mismo año, y no se enteraron hasta una década y media después.

Gonzalo Elizondo recuerda perfectamente cómo ocurrió el abuso. “Yo estaba durmiendo en un retiro espiritual, instancia donde generalmente nos íbamos un fin de semana y dormíamos afuera”, relata. Era el año 2002 y Fretes había sido asignado como tutor del sexto de primaria, por lo que, además de viajar junto a los cursos, servía como guía, pudiendo sacar a los niños de clases para hablar. Serían precisamente estas dos instancias donde se registrarían la mayor cantidad de abusos.

“Recuerdo que me desperté en la noche y estaba el tipo en la cama, tocándome los genitales. Hace como que fue un accidente y asegura que yo estaba sonámbulo, e incluso al otro día me hacía chistes. Yo no lo entendí porque nunca fui sonámbulo, pero le creía”, continuó.

Cuando sin ninguna explicación Fretes salió del colegio, empezaron a correr rumores sobre que el cercano y querido cura había abusado de un menor. Eran niños, y la reacción general fue hacer chistes, incluso entre los afectados.

En ese momento, Elizondo comprendió que lo que ocurrió no era normal. “Era una persona de confianza, todos querían ser su amigo. Pero cuando yo escuché el rumor de que lo habían sacado por un abuso, ahí me di cuenta de que no había sido un accidente”. Como en muchos casos similares, el hablarlo con el resto fue un proceso lento. Tenía 11 años cuando ocurrió, y el hecho quedó en la penumbra hasta 2018, cuando por primera vez se lo comentó a un amigo.

“Recuerdo haber pensado, ‘bueno, me pasó esto, el colegio ya está informado, así que ya se van a ocupar’, suponiendo ciegamente en que iban a hacer todo bien, porque es lo que nos dijeron siempre: que nos cuidaban. Es un colegio y una congregación en la que su fuerte es la formación humanística y con un fuerte sentido de pertenencia”, relata.

La duda sobre qué hicieron siempre estuvo ahí. Lo que no sabía aún es que solo tres familias denunciaron el caso en 2003, pero nadie más de la comunidad escolar tenía conocimiento de lo ocurrido. “Cuando me entero de los traslados y de que no hicieron nada, entendí que dejaron a un montón de pibes abandonados, tiraron al tacho los valores que supuestamente pregonan, cuidaron su imagen y taparon el tema”, se descarga Elizondo.

La primera reunión llegó en 2019, cuando se acercó al delegado para la prevención y denuncias de abusos en la Compañía de Jesús en Argentina y Uruguay, Álvaro Pacheco. “Le planteé que me parecía importante que se disculparan públicamente y que se ocuparan de dar con las víctimas, porque este es un daño que persiste en el tiempo”.

En una carta dirigida a Gonzalo Elizondo, se disculparon con él a título personal en febrero de 2020. Pero no era suficiente reparación. Hizo una nueva solicitud sobre la transparencia del caso, la que nuevamente fue denegada.

En marzo de ese año, y a la luz de la retrospección que la pandemia del Covid-19 generó , le contó su historia a Pablo Vio y cayeron en la cuenta. “No sabía que éramos más”, le dijo su amigo.

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Lo que partió como la solitaria búsqueda de respuestas por parte de un exalumno del Colegio del Salvador, un tradicional establecimiento de Buenos Aires donde el Papa Francisco hizo clases, se transformó, poco a poco, en el destape de 42 casos de abuso sexual.

Gonzalo Elizondo (32) quería entender qué pasó con el cura César Fretes, miembro de los jesuitas que llegó al colegio en 1997 y falleció en 2015 sin ser juzgado penalmente, pues su castigo fue un traslado en 2003 -sin anunciar la razón a la comunidad- y su posterior desvinculación de la Compañía de Jesús en 2007.

Elizondo tuvo conciencia desde su adolescencia de que lo ocurrido cuando tenía 11 años no era normal. Cuando por primera vez le contó su historia a Pablo Vio (32), uno de sus mejores amigos, este le respondió que había pasado por una situación similar.

Así, ambos entendieron que no eran los únicos. Llegó un tercer caso, también cercano. Luego fueron 10. El diario Clarín cubrió el relato, de ahí en más el número solo creció. A la fecha, son 42 exalumnos los que han relatado su historia, y La Tercera habló con cuatro de ellos.

Un abusador sistemático

El Colegio del Salvador es un centro educacional tradicional. Forman exclusivamente a varones desde hace más de 150 años, y se ubican en el corazón de la capital. Con una manzana entera del centro de Buenos Aires, en Avenida Callao, este colegio se encuentra a cinco cuadras del Congreso y a ocho del Teatro Colón.

Actualmente, su mensualidad ronda los 65.000 pesos argentinos (US$ 470), posicionándose como uno de los más caros del sector privado.

“Nos conocimos en la primaria. Yo fui toda la vida a ese colegio, desde los cuatro años, y Gonzalo también”, dijo Pablo Vio en conversación con La Tercera. Ambos fueron abusados por Fretes el mismo año, y no se enteraron hasta una década y media después.

Gonzalo Elizondo recuerda perfectamente cómo ocurrió el abuso. “Yo estaba durmiendo en un retiro espiritual, instancia donde generalmente nos íbamos un fin de semana y dormíamos afuera”, relata. Era el año 2002 y Fretes había sido asignado como tutor del sexto de primaria, por lo que, además de viajar junto a los cursos, servía como guía, pudiendo sacar a los niños de clases para hablar. Serían precisamente estas dos instancias donde se registrarían la mayor cantidad de abusos.

“Recuerdo que me desperté en la noche y estaba el tipo en la cama, tocándome los genitales. Hace como que fue un accidente y asegura que yo estaba sonámbulo, e incluso al otro día me hacía chistes. Yo no lo entendí porque nunca fui sonámbulo, pero le creía”, continuó.

Cuando sin ninguna explicación Fretes salió del colegio, empezaron a correr rumores sobre que el cercano y querido cura había abusado de un menor. Eran niños, y la reacción general fue hacer chistes, incluso entre los afectados.

En ese momento, Elizondo comprendió que lo que ocurrió no era normal. “Era una persona de confianza, todos querían ser su amigo. Pero cuando yo escuché el rumor de que lo habían sacado por un abuso, ahí me di cuenta de que no había sido un accidente”. Como en muchos casos similares, el hablarlo con el resto fue un proceso lento. Tenía 11 años cuando ocurrió, y el hecho quedó en la penumbra hasta 2018, cuando por primera vez se lo comentó a un amigo.

“Recuerdo haber pensado, ‘bueno, me pasó esto, el colegio ya está informado, así que ya se van a ocupar’, suponiendo ciegamente en que iban a hacer todo bien, porque es lo que nos dijeron siempre: que nos cuidaban. Es un colegio y una congregación en la que su fuerte es la formación humanística y con un fuerte sentido de pertenencia”, relata.

La duda sobre qué hicieron siempre estuvo ahí. Lo que no sabía aún es que solo tres familias denunciaron el caso en 2003, pero nadie más de la comunidad escolar tenía conocimiento de lo ocurrido. “Cuando me entero de los traslados y de que no hicieron nada, entendí que dejaron a un montón de pibes abandonados, tiraron al tacho los valores que supuestamente pregonan, cuidaron su imagen y taparon el tema”, se descarga Elizondo.

La primera reunión llegó en 2019, cuando se acercó al delegado para la prevención y denuncias de abusos en la Compañía de Jesús en Argentina y Uruguay, Álvaro Pacheco. “Le planteé que me parecía importante que se disculparan públicamente y que se ocuparan de dar con las víctimas, porque este es un daño que persiste en el tiempo”.

En una carta dirigida a Gonzalo Elizondo, se disculparon con él a título personal en febrero de 2020. Pero no era suficiente reparación. Hizo una nueva solicitud sobre la transparencia del caso, la que nuevamente fue denegada.

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Lo que partió como la solitaria búsqueda de respuestas por parte de un exalumno del Colegio del Salvador, un tradicional establecimiento de Buenos Aires donde el Papa Francisco hizo clases, se transformó, poco a poco, en el destape de 42 casos de abuso sexual.

Gonzalo Elizondo (32) quería entender qué pasó con el cura César Fretes, miembro de los jesuitas que llegó al colegio en 1997 y falleció en 2015 sin ser juzgado penalmente, pues su castigo fue un traslado en 2003 -sin anunciar la razón a la comunidad- y su posterior desvinculación de la Compañía de Jesús en 2007.

Elizondo tuvo conciencia desde su adolescencia de que lo ocurrido cuando tenía 11 años no era normal. Cuando por primera vez le contó su historia a Pablo Vio (32), uno de sus mejores amigos, este le respondió que había pasado por una situación similar.

Así, ambos entendieron que no eran los únicos. Llegó un tercer caso, también cercano. Luego fueron 10. El diario Clarín cubrió el relato, de ahí en más el número solo creció. A la fecha, son 42 exalumnos los que han relatado su historia, y La Tercera habló con cuatro de ellos.

Un abusador sistemático

El Colegio del Salvador es un centro educacional tradicional. Forman exclusivamente a varones desde hace más de 150 años, y se ubican en el corazón de la capital. Con una manzana entera del centro de Buenos Aires, en Avenida Callao, este colegio se encuentra a cinco cuadras del Congreso y a ocho del Teatro Colón.

Actualmente, su mensualidad ronda los 65.000 pesos argentinos (US$ 470), posicionándose como uno de los más caros del sector privado.

“Nos conocimos en la primaria. Yo fui toda la vida a ese colegio, desde los cuatro años, y Gonzalo también”, dijo Pablo Vio en conversación con La Tercera. Ambos fueron abusados por Fretes el mismo año, y no se enteraron hasta una década y media después.

Gonzalo Elizondo recuerda perfectamente cómo ocurrió el abuso. “Yo estaba durmiendo en un retiro espiritual, instancia donde generalmente nos íbamos un fin de semana y dormíamos afuera”, relata. Era el año 2002 y Fretes había sido asignado como tutor del sexto de primaria, por lo que, además de viajar junto a los cursos, servía como guía, pudiendo sacar a los niños de clases para hablar. Serían precisamente estas dos instancias donde se registrarían la mayor cantidad de abusos.

“Recuerdo que me desperté en la noche y estaba el tipo en la cama, tocándome los genitales. Hace como que fue un accidente y asegura que yo estaba sonámbulo, e incluso al otro día me hacía chistes. Yo no lo entendí porque nunca fui sonámbulo, pero le creía”, continuó.

Cuando sin ninguna explicación Fretes salió del colegio, empezaron a correr rumores sobre que el cercano y querido cura había abusado de un menor. Eran niños, y la reacción general fue hacer chistes, incluso entre los afectados.

En ese momento, Elizondo comprendió que lo que ocurrió no era normal. “Era una persona de confianza, todos querían ser su amigo. Pero cuando yo escuché el rumor de que lo habían sacado por un abuso, ahí me di cuenta de que no había sido un accidente”. Como en muchos casos similares, el hablarlo con el resto fue un proceso lento. Tenía 11 años cuando ocurrió, y el hecho quedó en la penumbra hasta 2018, cuando por primera vez se lo comentó a un amigo.

“Recuerdo haber pensado, ‘bueno, me pasó esto, el colegio ya está informado, así que ya se van a ocupar’, suponiendo ciegamente en que iban a hacer todo bien, porque es lo que nos dijeron siempre: que nos cuidaban. Es un colegio y una congregación en la que su fuerte es la formación humanística y con un fuerte sentido de pertenencia”, relata.

La duda sobre qué hicieron siempre estuvo ahí. Lo que no sabía aún es que solo tres familias denunciaron el caso en 2003, pero nadie más de la comunidad escolar tenía conocimiento de lo ocurrido. “Cuando me entero de los traslados y de que no hicieron nada, entendí que dejaron a un montón de pibes abandonados, tiraron al tacho los valores que supuestamente pregonan, cuidaron su imagen y taparon el tema”, se descarga Elizondo.

La primera reunión llegó en 2019, cuando se acercó al delegado para la prevención y denuncias de abusos en la Compañía de Jesús en Argentina y Uruguay, Álvaro Pacheco. “Le planteé que me parecía importante que se disculparan públicamente y que se ocuparan de dar con las víctimas, porque este es un daño que persiste en el tiempo”.

En una carta dirigida a Gonzalo Elizondo, se disculparon con él a título personal en febrero de 2020. Pero no era suficiente reparación. Hizo una nueva solicitud sobre la transparencia del caso, la que nuevamente fue denegada.

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