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lunes, abril 28, 2025
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Europa se resiste a acorralar por completo y de manera inmediata al régimen de Putin

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Las 48 horas más bélicas en la historia reciente de la OTAN y de la UE comienzan este jueves en Bruselas. Por primera vez, las dos organizaciones celebran un Consejo Atlántico y un Consejo Europeo, respectivamente, con una guerra abierta entre dos países en el Viejo Continente. La mayor amenaza de seguridad en Europa desde el final de la II Guerra Mundial llevará a la cumbre de la OTAN a doblar su despliegue militar en los países del Este como respuesta a la amenazadora presencia del Ejército ruso en Ucrania.

El Consejo Europeo, por su parte, contará con la participación del presidente de EE UU, Joe Biden, para estudiar un endurecimiento de las sanciones contra Rusia con el objeto de doblegar al presidente ruso, Vladímir Putin. Los socios de la UE, sin embargo, se resisten al deseo de Washington de acorralar al Kremlin con un embargo a las exportaciones de gas y petróleo que le dejen sin financiación exterior para su guerra.

Las dos cumbres, a las que se añade la del G-7 también este jueves en Bruselas, tienen como telón de fondo un drama humano como no se recordaba en Europa. En las tres citas participará telemáticamente el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, prueba del papel crucial que juega su país en estos momentos en la historia de Europa.

Más de millón y medio de niños ucranios refugiados en Europa, muchos de ellos no acompañados por adultos; una red de 10.000 camas hospitalarias preparadas para atender a los refugiados (3,7 millones hasta ahora) que lleguen enfermos o con enfermedades crónicas; riesgo de hambruna para la población que sigue en el país atacado por Rusia y para la de los países terceros que dependían de sus exportaciones agrícolas; destrucción de ciudades enteras mediante bombardeos y una previsible posguerra que, según algunos cálculos, requerirá un auténtico Plan Marshall europeo de al menos 100.000 millones de euros para rescatar al país invadido del abismo. “Lo que vemos en Ucrania es horroroso, doloroso, un sufrimiento humano y una escala de violencia como no habíamos visto en Europa desde la II Guerra Mundial”, ha señalado el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, la víspera de la cumbre.

Ante ese dramático escenario, fuentes de la OTAN y de la UE no dudan en calificar de “históricas” las cumbres de esta semana y de punto de inflexión para ambas organizaciones. Aunque la urgencia de la crisis de precios de energéticos marca la agenda de los líderes nacionales —y en particular la del español Pedro Sánchez—, en las cumbres del jueves y el viernes no solo se deben pactar medidas para paliar la subida de los precios de la luz y el gas, sino que servirán para replantear también la política de seguridad y defensa del continente.

“Las decisiones que adoptaremos mañana [por este jueves] tendrán implicaciones de largo alcance”, ha afirmado Stoltenberg. El dirigente de la Alianza prevé un aumento de la inversión en Defensa, que lleva siete años al alza, por “un nuevo sentido de urgencia” y porque “la paz no se puede dar por garantizada”. El propio Stoltenberg afronta un llamamiento para que prolongue su mandato, que expira en septiembre, y evitar así un cambio de mando en plena crisis de seguridad. “Eso le corresponde decidirlo a los 30 aliados, mi tarea ahora es preparar la cumbre”, ha señalado el secretario general.

La cumbre atlántica, por lo pronto, aprobará el despliegue de cuatro batallones en el flanco oriental: en Bulgaria, Rumania, Hungría, Eslovaquia, cuatro de los aliados más próximos geográficamente al campo de batalla. Las nuevas posiciones se suman a las ya desplegadas en Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, por lo que aumentará sensiblemente el número de tropas aliadas dispuestas a hacer frente a los rusos en caso de ataque. Stoltenberg ha recordado que EE UU ya tiene 100.000 soldados en el continente y que otros 40.000 operan bajo mando directo de la OTAN, con cinco formaciones de portaviones aliados navegando por el Báltico y el Mediterráneo.

A este esfuerzo de disuasión de la OTAN se suma el castigo económico sin precedentes que los occidentales han impuesto a Rusia desde que inició la invasión de Ucrania el pasado 24 de febrero. Biden pedirá a los líderes europeos que refuercen el castigo, sobre todo, evitando que Rusia esquive las sanciones con la ayuda de terceros países.

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El Consejo Europeo, por su parte, contará con la participación del presidente de EE UU, Joe Biden, para estudiar un endurecimiento de las sanciones contra Rusia con el objeto de doblegar al presidente ruso, Vladímir Putin. Los socios de la UE, sin embargo, se resisten al deseo de Washington de acorralar al Kremlin con un embargo a las exportaciones de gas y petróleo que le dejen sin financiación exterior para su guerra.

Las dos cumbres, a las que se añade la del G-7 también este jueves en Bruselas, tienen como telón de fondo un drama humano como no se recordaba en Europa. En las tres citas participará telemáticamente el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, prueba del papel crucial que juega su país en estos momentos en la historia de Europa.

Más de millón y medio de niños ucranios refugiados en Europa, muchos de ellos no acompañados por adultos; una red de 10.000 camas hospitalarias preparadas para atender a los refugiados (3,7 millones hasta ahora) que lleguen enfermos o con enfermedades crónicas; riesgo de hambruna para la población que sigue en el país atacado por Rusia y para la de los países terceros que dependían de sus exportaciones agrícolas; destrucción de ciudades enteras mediante bombardeos y una previsible posguerra que, según algunos cálculos, requerirá un auténtico Plan Marshall europeo de al menos 100.000 millones de euros para rescatar al país invadido del abismo. “Lo que vemos en Ucrania es horroroso, doloroso, un sufrimiento humano y una escala de violencia como no habíamos visto en Europa desde la II Guerra Mundial”, ha señalado el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, la víspera de la cumbre.

Ante ese dramático escenario, fuentes de la OTAN y de la UE no dudan en calificar de “históricas” las cumbres de esta semana y de punto de inflexión para ambas organizaciones. Aunque la urgencia de la crisis de precios de energéticos marca la agenda de los líderes nacionales —y en particular la del español Pedro Sánchez—, en las cumbres del jueves y el viernes no solo se deben pactar medidas para paliar la subida de los precios de la luz y el gas, sino que servirán para replantear también la política de seguridad y defensa del continente.

“Las decisiones que adoptaremos mañana [por este jueves] tendrán implicaciones de largo alcance”, ha afirmado Stoltenberg. El dirigente de la Alianza prevé un aumento de la inversión en Defensa, que lleva siete años al alza, por “un nuevo sentido de urgencia” y porque “la paz no se puede dar por garantizada”. El propio Stoltenberg afronta un llamamiento para que prolongue su mandato, que expira en septiembre, y evitar así un cambio de mando en plena crisis de seguridad. “Eso le corresponde decidirlo a los 30 aliados, mi tarea ahora es preparar la cumbre”, ha señalado el secretario general.

La cumbre atlántica, por lo pronto, aprobará el despliegue de cuatro batallones en el flanco oriental: en Bulgaria, Rumania, Hungría, Eslovaquia, cuatro de los aliados más próximos geográficamente al campo de batalla. Las nuevas posiciones se suman a las ya desplegadas en Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, por lo que aumentará sensiblemente el número de tropas aliadas dispuestas a hacer frente a los rusos en caso de ataque. Stoltenberg ha recordado que EE UU ya tiene 100.000 soldados en el continente y que otros 40.000 operan bajo mando directo de la OTAN, con cinco formaciones de portaviones aliados navegando por el Báltico y el Mediterráneo.

A este esfuerzo de disuasión de la OTAN se suma el castigo económico sin precedentes que los occidentales han impuesto a Rusia desde que inició la invasión de Ucrania el pasado 24 de febrero. Biden pedirá a los líderes europeos que refuercen el castigo, sobre todo, evitando que Rusia esquive las sanciones con la ayuda de terceros países.

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El Consejo Europeo, por su parte, contará con la participación del presidente de EE UU, Joe Biden, para estudiar un endurecimiento de las sanciones contra Rusia con el objeto de doblegar al presidente ruso, Vladímir Putin. Los socios de la UE, sin embargo, se resisten al deseo de Washington de acorralar al Kremlin con un embargo a las exportaciones de gas y petróleo que le dejen sin financiación exterior para su guerra.

Las dos cumbres, a las que se añade la del G-7 también este jueves en Bruselas, tienen como telón de fondo un drama humano como no se recordaba en Europa. En las tres citas participará telemáticamente el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, prueba del papel crucial que juega su país en estos momentos en la historia de Europa.

Más de millón y medio de niños ucranios refugiados en Europa, muchos de ellos no acompañados por adultos; una red de 10.000 camas hospitalarias preparadas para atender a los refugiados (3,7 millones hasta ahora) que lleguen enfermos o con enfermedades crónicas; riesgo de hambruna para la población que sigue en el país atacado por Rusia y para la de los países terceros que dependían de sus exportaciones agrícolas; destrucción de ciudades enteras mediante bombardeos y una previsible posguerra que, según algunos cálculos, requerirá un auténtico Plan Marshall europeo de al menos 100.000 millones de euros para rescatar al país invadido del abismo. “Lo que vemos en Ucrania es horroroso, doloroso, un sufrimiento humano y una escala de violencia como no habíamos visto en Europa desde la II Guerra Mundial”, ha señalado el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, la víspera de la cumbre.

Ante ese dramático escenario, fuentes de la OTAN y de la UE no dudan en calificar de “históricas” las cumbres de esta semana y de punto de inflexión para ambas organizaciones. Aunque la urgencia de la crisis de precios de energéticos marca la agenda de los líderes nacionales —y en particular la del español Pedro Sánchez—, en las cumbres del jueves y el viernes no solo se deben pactar medidas para paliar la subida de los precios de la luz y el gas, sino que servirán para replantear también la política de seguridad y defensa del continente.

“Las decisiones que adoptaremos mañana [por este jueves] tendrán implicaciones de largo alcance”, ha afirmado Stoltenberg. El dirigente de la Alianza prevé un aumento de la inversión en Defensa, que lleva siete años al alza, por “un nuevo sentido de urgencia” y porque “la paz no se puede dar por garantizada”. El propio Stoltenberg afronta un llamamiento para que prolongue su mandato, que expira en septiembre, y evitar así un cambio de mando en plena crisis de seguridad. “Eso le corresponde decidirlo a los 30 aliados, mi tarea ahora es preparar la cumbre”, ha señalado el secretario general.

La cumbre atlántica, por lo pronto, aprobará el despliegue de cuatro batallones en el flanco oriental: en Bulgaria, Rumania, Hungría, Eslovaquia, cuatro de los aliados más próximos geográficamente al campo de batalla. Las nuevas posiciones se suman a las ya desplegadas en Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, por lo que aumentará sensiblemente el número de tropas aliadas dispuestas a hacer frente a los rusos en caso de ataque. Stoltenberg ha recordado que EE UU ya tiene 100.000 soldados en el continente y que otros 40.000 operan bajo mando directo de la OTAN, con cinco formaciones de portaviones aliados navegando por el Báltico y el Mediterráneo.

A este esfuerzo de disuasión de la OTAN se suma el castigo económico sin precedentes que los occidentales han impuesto a Rusia desde que inició la invasión de Ucrania el pasado 24 de febrero. Biden pedirá a los líderes europeos que refuercen el castigo, sobre todo, evitando que Rusia esquive las sanciones con la ayuda de terceros países.

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